En Dejar África encontramos la presencia constante del continente negro en la autora, gran conocedora del mismo y amante de su luz e intensidad. La lectura de sus poemas sobre África logra transmitir, para quienes jamás la hayan visitado, el pulso de un continente vivo en el que conviven la herencia de la tradición animista con la ceremoniosidad colonial.
Paloma Serra nos traslada a Costa de Marfil o a Cabo Verde, a países en los que ha vivido, a países que ya forman parte de su esencia y que dejaron en ella un profundo surco de fascinación por sus tierra y gentes.
Estos poemas son un homenaje a África, pero también son un canto de dolor por la distancia o por la injusticia, siempre enlazados con la belleza profunda y única.