La poesía de Raúl Campoy, relata Enrique Gracia Trinidad en el prólogo, tiene la ineludibrle y generosa pretensión de la mejor poesía: exigir al lector que se convierta en su cómplice.
Sólo cuando un poema, unos versos, un libro, nos descolocan y nos sacuden el ánimo, merecen la pena. Hay que arriesgarse o desistir, la indiferencia en poesía es similar a la muerte.
Este libro cumple con creces estas condiciones, no te deja indiferente nunca; hay mucha vida en él, mucha experiencia pese a la juventud de su autor…