Los “fantasmas” de esta hermosa obra de madurez de Juan Pablo Zapater son, entre otros, el propio niño que el poeta fue, en solitaria conversación con sus padres, el misterioso hombre de “mirada sombría” que huye de sí mismo en el parque, las mujeres amadas y no olvidadas que vuelven al presente con “un ramo luminoso de palabras cortadas / en un jardín sin dueño”. Lo que hubo y quedó, lo que se ha ido dejando un poso de amargura “que escapa a la prisión de los relojes”, constituye el alma de este libro que en uno de sus poemas se atreve a definirla: “El alma es un estanque en cuyo fondo / reposa el ser del ser, todos los hombres / que fuimos y seremos, un refugio / inviolable y profundo de aguas quietas”.