Escrito a lo largo de los últimos ocho años, No estábamos allí nos acerca el lado más narrativo y a la vez más onírico y expresionista de la poesía de Jordi Doce. Lejos de los paisajes moralizados y el impulso contemplativo de sus primeros libros, muchos de estos poemas tienen algo de cuentos o fábulas truncadas en los que personajes casi fantasmales parecen moverse al azar, sin un propósito claro.
La vieja capacidad de esta escritura para crear atmósferas habitables convive ahora con el gusto por el misterio y la necesidad de proponer enigmas al lector. También con una escritura más seca y decantada que no renuncia a la imagen ni al tajo iluminador del silencio. Como ha escrito Martín López-Vega, «los versos de Jordi Doce, que a menudo parten de un detalle, siempre dibujan, a partir de ese detalle, un mundo complejo, como una secuencia de ADN».
El resultado es un libro en el que todo parece estar en el camino de su desaparición, brillando por un instante antes de caer en la oscuridad de la que viene. Ese brillo, hecho de palabras, es el que se quiere preservar aquí.