“La inclasificable prosa del escritor juega constantemente con la dilación, el requiebro, la musicalidad. El constante trampantojo”
Los lectores debemos de agradecer la creación del personaje principal que liga todas las historias del libro: Tulita. Ella construye este singular artefacto literario, sin duda un personaje memorable. A partir de ahí, la inclasificable prosa del escritor juega constantemente con la dilación, el requiebro, la musicalidad. El constante trampantojo. De profuso colorido, preñada de imaginería —exótica, pero también local—, destaca su aliento claramente poético, su búsqueda de la belleza formal, y su clara vocación visual. Bebe sin disimulos del realismo mágico, aunque en el fondo quiera hablarnos de una cotidianidad más que tangible, una sociedad como la nuestra tan ávida de trascendencia y emoción que ansía tanto una catarsis que, a la menor oportunidad, es capaz de comulgar con ruedas de molino. Advertir, eso sí, que al autor le gustan los meandros, los caminos viejos y jugar al despiste. Simbolismo y pirotecnia retórica, también realismo que logran un resultado absolutamente cautivador, muy alejado del costumbrismo o la poesía.