Joaquín Lera es uno de esos seres que, si no existieran, dejarían al mundo aún más desamparado. Nadie como él para fundir en un mismo crisol dos elementos que nacieron juntos y que luego fueron disociándose con el paso de los siglos: me refiero a la música y a la poesía, y Lera no siempre convierte sus poemas en canciones, sino que reparte su creación literaria entre poemas para ser leídos en voz baja y poemas para ser escuchados en su rotunda voz de capitán de barco ordenando al contramaestre tal o cual maniobra imprescindible para la navegación.
«Cartas a Maitena» es una colección de versos compuestos durante una estancia del poeta en la República Argentina y al regresar de allí. La vida es un «cuento contado por un idiota», como dijera Shakespeare en boca de Macbeth, pero también es una letra de tango que evoca con nostalgia amores perdidos y se olvida de celebrar los amores que permanecen. Desde el Werther de Goethe y mucho antes, yo diría que desde Safo, hemos cantado con obstinación los dolores producidos por la amargura, que es siempre mucho más literaria que la felicidad.