Enrique había comenzado el nuevo siglo con la certeza de que se aproximaba a la serenidad cuando su abuela Rosario salió del cuadro para sentarse en el diván situado a escasos centímetros del borde inferior del marco dorado.? Un prodigio de la imaginación que actuará como una catarsis en Enrique, un divorciado cincuentón de vida confortable y solitaria, que le llevará a rememorar la historia familiar; un recuerdo, entre el placer nostálgico y el dolor, que irrumpe como un río caudaloso del que acabará emergiendo el apunte del futuro. El recuerdo liberador servirá a Enrique para escarbar en su sepultada memoria y enfrentarse al episodio traumático de su niñez que marcó toda su vida.