
Besar sólo ese instante como si besándolo
pudieras acercarte hasta sus labios contenidos
por la luz roja del semáforo.
Besar el tímido vaho de un suspiro mensajero
que quizás ya puedas descifrar
si aún conservas una sonrisa sin etiquetas.
Besar el aire grisáceo que se hará blanco.