¿Es La Isla inútil una novela de aventuras al más puro estilo de Conrad o es la novela que acaba con las novelas de aventuras? Walter Bardelli, atormentado por los fracasos que ha sufrido, busca aislarse del mundo en una isla que no aparece en los mapas; Port-au-sang. Aunque parezca que busca un lugar tranquilo en el que vivir, su huida es una forma de aceptar su muerte. Pero llega a un mundo nada idílico, en el que un negro que ejerce de negrero ejerce una dictadura sangrienta y terrible, si bien no es más que el capataz de una isla propiedad de una empresaŠ una isla de buscadores de oro, putas, mendigos y fracasados. Y cuando un hombre decide hacer la revolución para derrocarlo, usará el arma más mortífera para destruirlo: una mujer.
En juego está la vida del hombre, quince quilos de oro, el equilibrio del poder, saber quién dominará la vida de los demás. Horacio Vázquez-Rial parece querer mostrarnos que ya no hay islas, que allá donde el hombre se asienta, la razón, la felicidad, quedan cubiertas por una capa de intereses y de violencia
Militante trotskista en su juventud, hubo de exiliarse de Argentina en noviembre de 1974 ante las amenazas a su vida de la Triple A. Solo regresaría doce años más tarde. Había comenzado en Argentina estudios de medicina y sociología, pero finalmente se licenció en Historia Medieval y se doctoró en Geografía Humana por la Universidad de Barcelona, ciudad donde reside. Ejerció como profesor de Geografía Humana y de escritura creativa. Trabajó además como editor y periodista. Fue finalista del Premio Nadal (1986), con la novela Historia del Triste, finalista del Plaza y Janés (1989) con La reina de oros, y ganador de los premios Fernando Quiñones (2003) con La capital del olvido, Generación del 27 (2006) con El cuñado de Nietzsche y otros viajes y La otra orilla, del Grupo Editorial Norma/Belacqva (2006) con El camino del Norte. Otra importante novela suya, fundada en la biografía del músico, militar republicano y espía Gustavo Durán, es El soldado de porcelana (1997). Como otros intelectuales de su generación, fue cuestionándose paulatinamente sus propias posiciones de izquierda y decantándose hacia posiciones liberales. Ajustó cuentas de forma definitiva con el progresismo tras el 11-S, y lo plasmó en su ensayo La izquierda reaccionaria: El 11 de septiembre de 2001 sabía ya, por ejemplo, que la izquierda tradicional, fuese comunista, socialista o socialdemócrata, era antisemita, explícita o implícitamente, de forma consciente o inconsciente, pero ignoraba hasta qué punto. Sabía que esa izquierda no se había hecho cargo de problemas como la inmigración, el funcionamiento democrático o las relaciones entre países, asuntos en los que había salido al paso con respuestas tan ridículas como inadecuadas, del tipo del multiculturalismo, la política de masas o el pérfido imperialismo, cuando no con alianzas perversas con gobiernos de países expulsores de emigrantes como Cuba o Marruecos, pero no conseguía distinguir con claridad, o me negaba a ello por oscuras razones afectivas, que esas respuestas eran producto de un odio a Occidente –a la cultura de la que nació el pensamiento progresista, a la cultura de la Ilustración y la razón, y a las sociedades abiertas en las que prosperó– rayano en lo patológico y, desde luego, profundamente irracional. Sabía, en suma, que la izquierda había devenido reaccionaria, pero desconocía la medida real de su reaccionarismo. Pero entre el 11 y el 20 de septiembre de 2001, aproximadamente, esta se definió con toda precisión La izquierda reaccionaria (2003) Fue uno de los promotores de la asociación Ciutadans de Catalunya / Ciudadanos de Cataluña y uno de los firmantes del manifiesto de ésta «Por la creación de un nuevo partido político en Cataluña», germen del Partido de la Ciudadanía. Ha publicado artículos durante los últimos 25 años en los principales periódicos españoles, desde el ABC a El País, desde Ya a El Mundo. Es asiduo también de la prensa en Internet, mediante sus columnas en Libertad Digital, Diario de América y en un blog en Periodista Digital.
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