Lectura: Moravia
Con el mango entre las piernas, sosteniéndolo ahora con ambas manos, la madre se mostraba agitada en la oscuridad: su respiración la condenaba al descanso, a la redención, al suplicio. La condenaba. Eternamente. A la oscuridad. Con cada golpe había soltado un gemido de esfuerzo, tal y como hacen las mujeres en el momento del parto, incluso en el de la concepción: cuando la vida que pronto recogerán en sus brazos empieza a meterse en el centro del cáliz. Y a veces nace» (Marcelo Luján).
Febrero de 1950. Juan Kosic —ahora consagrado y famoso bandoneonista— regresa a su lugar natal quince años después de haberlo abandonado. Lo acompañan su esposa y su pequeña hija. Sin desvelar su identidad, se presenta en la pensión que regenta su madre desde hace más de cuarenta años en Colonia Buen Respiro, un pueblo perdido en medio de la Pampa Argentina. Para Juan Kosic el ansiado regreso sólo tiene un fin: demostrarle a su madre que triunfó gracias a la profesión que ella le había negado y que un día forzó la separación. Pero la historia dará un viraje irreversible cuando el encuentro genere un catastrófico suceso.
Con Moravia —surgida a partir de un fragmento de El extranjero (1942), de Albert Camus, quien dos años después desarrollaría la idea en la obra de teatro titulada El malentendido— el autor lleva a cabo una profunda reflexión sobre la peligrosidad del juego de las apariencias y la capacidad de destrucción del ser humano. Como en las tragedias griegas, la hybris y la ambición manejan el destino de estos personajes y los conduce a un desenlace dramático.