DADLE mis ojos a la soledad
para que la espera sea menos oscura
mis labios al abismo, mi memoria
dádsela al vigilante de rugosas manos
para que en el allende escrito
por la melancolía
florezcan las vihuelas de poniente.
TODAS las noches se oye
por los recintos lóbregos
donde la luz se funda
el llanto de una voz.
Suena durante horas pero calla
cuando me ve dormir,
igual que si quisiera consolarme
o convertirme en otra voz
y así no llorar sola.