Conocí a Rafael Chirbes en casa de mi amiga, él iba a estudiar con el hermano de mi amiga que estaban ambos en la Facultad de Filosofía y Letras de la Complutense. Nosotras éramos dos adolescentes tremendas, divertidas y yo creo que muy picantes para la época. Él nos daba consejos y por eso le pusimos de apodo Pepito Grillo. Años después todavía nos reíamos acordándonos de esas tardes en casa de mi amiga dónde merendamos cola-cao y galletas María y que recuerdo con mucho cariño. La última vez que le vi fue en la Biblioteca Nacional dónde presento su magnífico libro Crematorio. Murió muy poco después un gran escritor y una gran persona.