Es cuestión de lengua…

por María Alcaraz

Se han empeñado grandes economistas en realizar cálculos que invitasen a un acuerdo entre Alemania y Grecia. Los mismos economistas que no saben cómo salir de crisis más cercanas. Es más, de momento todos hemos cursado un máster en las redes sociales donde cada uno, dependiendo de su ideología, sumaba o restaba. Oye, cada cual calcula como quiere, ¿oxi?

Sin embargo, no era cuestión sólo numérica, sino de idioma. ( Los filólogos también tendremos que opinar…).

Algunos literatos se han atrevido incluso a realizar un estudio sociológico profundo y eterno, por ejemplo, Eduardo Mendoza que ha vivido tanto tiempo y ha ido a Grecia tocando de puerta en puerta a las familias, para llegar a la conclusión de que «desde Aristóteles los griegos no han dado un palo al agua». También añadió que «deben salir de Europa» porque » tienen una forma de vida que les permite ser pobres, como la España de los años cincuenta». ( Fuente de información : ABC, 06-07-15). Observamos que incluso en este estudio tan documentado de Mendoza, al que admiré por su obra literaria, vuelve a tratar el tema de los números, pero esta vez de los números paupérrimos de espíritu.

¿ Acaso a los griegos por su forma de vida les encanta ser pobres?

Pero vuelvo a reiterar que no era sólo cuestión matemática…

Alexis Tsipras ya escribió en Disputar la democracia ( realizó el prólogo a Pablo Iglesias, septiembre de 2014) que » cuando a comienzos de los años noventa los mercados se encontraron todo el mundo postrado a sus pies, dispusieron una gran mesa e invitaron a todos al festín. De los millones de comensales, muy pocos comprendieron que el menú les incluía a ellos mismos. Sus trabajos, sus pensiones, su asistencia médica: su dignidad, su futuro».

En el mismo libro, Pablo Iglesias recuerda al Parlamento Europeo » la deuda perdonada no hace tanto tiempo a Alemania » (Página 182) y que es ( no sólo) «cuestión de justicia».

Por eso digo que mientras unos sacaban la calculadora de los grandes bolsillos, otros aludían a otras aspectos. En definitiva, no hablaban de lo mismo. ¿Cómo iban a llegar un acuerdo?

Se nos ha debido olvidar que los griegos a diferencia de nosotros y del resto de europeos, cuando dicen «sí» giran la cabeza de izquierda a derecha y, cuando expresan «no», la mueven de arriba a abajo. No son así de raros, los turcos, los búlgaros también comunican de esta forma sus afirmaciones y negaciones.

A modo de chascarrillo filológico, concluyo que no es de extrañar que mientras Merkel proponía un «sí» subiendo y bajando la cabeza, Tsipras entendía un claro » no» y viceversa. Quizás porque ambos hablan, no solo de temas diferentes, sino en distintos idiomas, era imposible un acuerdo…

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