«Estilo rico, estilo pobre», de Luis Magrinyà

por Pedro Amorós

Estilo rico, estilo pobre de Luis MagrinyáEstilo rico, estilo pobre, de Luis Magrinyá
Ensayo – Debate, 2015
 

Luis Magrinyà ha publicado un libro que versa sobre el estilo, sobre las dificultades y problemas que plantea el lenguaje literario. Estilo rico, estilo pobre (Barcelona, Debate, 2015) es en realidad una compilación de artículos publicados previamente en El Diario y en El País (en edición digital). El libro de Magrinyà brota de sus experiencias como editor y autor, pero también de su trabajo como redactor en la Real Academia. No es labor de filólogo, tal como señala en la introducción. Es más bien “un libro de experiencias”, que pone en solfa ciertas prácticas que considera “literatura dudosa”. El ensayo –si se le puede llamar de este modo- apunta en dos direcciones: los problemas que surgen cuando la tentación del estilo nos induce a cometer errores, lo que el autor denomina “estilo rico”, y la degradación del lenguaje derivada del descuido, dejadez o cualquier otra circunstancia, que componen lo que Magrinyà denomina “estilo pobre”.

Dotado de un espíritu “culpablemente formalista”, pero amparado en la búsqueda de un estilo sencillo, claro, preciso, funcional, Magrinyà se hace eco, con ironía, de ciertas prácticas de los estilistas que considera fuera de lugar. La búsqueda de un estilo más rico y expresivo, por ejemplo, hace que los escritores rebusquen entre los sinónimos opciones que resultan a la postre menos precisas, hasta el punto de anteponer la profusión a la exactitud. El autor, de este modo obsesionado con evitar las repeticiones, tiende a emplear sinónimos más finos que desentonan y hacen que la frase pierda fuerza expresiva. El énfasis, por lo demás, tampoco aporta expresividad, a pesar de ser una idea muy extendida entre los estilistas. Por eso, Magrinyà se ceba con  la “fijación maníaca” que los escritores parecen tener con determinadas expresiones que se sobreentienden y son innecesarias porque no aportan nada (como los frecuentes permanecer de pie o estar sentado). Nada comparado, sin embargo, con la manía que el autor tiene a la violencia y la falta de naturalidad en el empleo de ciertos verbos declarativos, sobre todo en las acotaciones de los diálogos.

En ocasiones, los estilistas se convierten en amigos de la sonoridad, escritores que emplean ciertas preposiciones (digamos, por ejemplo, junto a, durante, acerca de) con pretensiones formales. Los estilistas son conscientes de que el estilo se tiene que notar. A veces, el escritor tropieza con formulismos que ahogan su verdadera capacidad, si es que la tiene, cuando carente de la sensibilidad apropiada se vuelca en determinadas descripciones. A veces también se olvida que conviene, en aras de la exactitud y la precisión, emplear convenciones o combinaciones estereotipadas. El empobrecimiento del lenguaje es todavía mayor cuando se emplean repetidamente verbos comodín (como provocar y usar), pues se reducen las enormes posibilidades de la lengua, o cuando se utilizan ciertos verbos excluidos del lenguaje coloquial (como espetar, mascullar, tamborilear, perlar, tintinear), acaso verbos que no existen.

Magrinyà insiste con bastante frecuencia en la búsqueda de precisión y versatilidad. Se cuestiona si el lenguaje literario es el que más se aparta de la norma, como supone la mayoría de los escritores, se burla de la aversión a la simplicidad, típica de la literatura castellana, y parece abogar por un estilo que consiste precisamente “en la identificación de lo imprescindible”. 

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