La mujer del escritor

por Luis Miguel Morales Peinado

Llevo unos días preocupado, no sé si habrá sido casualidad o no, pero desde distintos sitios, dos sillas más allá tomando una cerveza, en un periódico y en la radio (os lo cuento por poneros en situación), me han recordado un estereotipo que con frecuencia se asocia al escritor: persona de una vida más o menos desordenada que arrastra a los infiernos a los que intentan soportarle a su alrededor, puede ser por su afición a la bebida, por la nula capacidad de ejercer los asuntos propios de cualquier ciudadano normal o por su afición a engañar a la persona a la que quiere. Hay más “flores” de este tipo, pero lo dejaremos así de momento. Claro, y después de oír todo esto, cómo no voy a pensar que o me doy a la bebida, por ejemplo, o jamás nada de lo que escriba será considerado. También recuerdo que hace unos años, cuando empecé a dedicarme en cuerpo y alma a esto de la ficción escrita, una persona a la que estimo en la distancia, y admiro, le comentó a la mujer con la que llevo conviviendo casi toda mi vida que no sabía dónde se había metido, ¡mujer de un escritor! Y justo esta misma mañana la radio ha hablado de cómo Dalí era incapaz de presentar los papeles para atravesar la frontera, que para eso llevaba siempre a Gala (me permitiréis que con este ejemplo extienda mi reflexión al mundo del arte en general). No hay solución, me temo; tendré que tener menos cuidado con los asuntos terrenos o hacerme alcohólico si quiero continuar en este oficio. O engañar a mi chica. ¿Y no será que catalogamos en exceso a las personas y queremos forzarlas a ser de una manera determinada según a lo que se dediquen? No sé, pero a mí lo que verdaderamente me importa de una novela, de un cuento o de un poema, es lo que te hace sentir, no si el autor va por su cuarto divorcio o ayuda a echar todas las noches el cierre al dueño del bar de enfrente de su casa. Y ni quiero ni debo creer que un escritor es más seguido por su vida privada que apreciado por lo que escribe. Y ahora, os pido perdón y os dejo, que se calienta la cerveza que abrí antes de comenzar con esta entrada al blog y esperan otras tres o cuatro en el frigorífico. Además, me aguarda mi amante en la habitación del hotel. En un par de horas debo estar allí.

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