Este volumen se desenvuelve en una constante apelación a lo irracional, a los instintos primarios del ser humano, el esqueleto animal, desde la exploración de su naturaleza primigenia. A partir de esa imagen, el poeta compone un universo lírico donde quiere conciliar animalidad (osamenta) y humanidad (piel). La primera, materializada en poemas que reflejan una mirada existencialista sobre el mundo; la segunda, ligada a escenas de carácter íntimo o a referencias a obras artísticas que le han dejado huella. En ambos casos, la visión que se desprende es desoladora: el hombre se concibe como un ser sin horizontes, reflejo de distintas perplejidades; visión que si no llega a ser patética, es por el empleo abundante del distanciamiento y, también, del recurso a la ironía.
Con un estilo propio, del que forman parte las mayúsculas al inicio de los versos y un uso peculiar de los signos de puntuación, el autor crea un poemario sugerente, no exento de reflexión y emotividad.