Clara es una joven santanderina de 26 años que vive con su padre, viudo desde que ella nació. Vitalista y complicada, la chica comienza a narrarnos en tono confidencial-borde su dilema más acuciante. Lleva trece años saliendo con «Míchum», inocente y beaturrón portero de discoteca, pero eso no obsta para que haya realizado dos nuevas conquistas: Mario Martello, cincuentón de humildes orígenes y posición acomodada, y Pelayo, un madrileño «de sonrisa superferolítica», apasionado y sensual, carne de oenegé, que la deslumbra desde el primer día en que se conocen en las playas del Sardinero.
Clara hace auténticos malabarismos para mantener la relación a tres bandas, no sin graves riesgos para sus nervios en las diversas ocasiones en que está a punto de ser pillada in flagranti por alguno de los otros dos o sus allegados. El equilibrismo se complica cuando los tres le proponen matrimonio sucesivamente, para la próxima primavera, y ella acepta. Clara sabe que debe tomar una decisión, pero no acaba de hacerlo, pues los tres hombres representan diversas facetas de su vida a las que no quiere renunciar voluntariamente.
El tiempo pasa, y a medida que se acerca la fecha misteriosos acontecimientos ensombrecen el ya de por sí complicado panorama.
Al final la acción se precipita. Las pistas inconexas cobran sentido y desembocan en un desenlace sorprendente, que nos demostrará que no conviene desdeñar ninguno de los detalles que los sucesivos narradores nos han ido transmitiendo desde el principio de la historia, por anecdóticos que pudieran parecernos.