Ayaz Marhoni y Mahmud Asgari, árabes iraníes, fueron ahorcados en público en una plaza de Mashad el 19 de julio de 2005. […] Después de las ejecuciones, algunas fuentes han señalado que Ayaz Marhoni y Mahmud Asgari eran pareja y que fueron ejecutados por realizar actos sexuales de mutuo acuerdo […]”. Son palabras de un informe de Amnistía Internacional de 2007.
Seis voces hacen memoria de unos hechos concretos. Un amor, un deseo, su persecución y su muerte. Dicen el sutil arco trazado por el hombre entre civilización y barbarie, entre tolerancia y fundamentalismo, entre amor y muerte.
Poesía contra la muerte, contra el poder ciego pero también contra la hipocresía, contra una situación extrema pero que también denuncia la aprobación políticamente correcta y llena de cinismo que se vive en el Occidente secular. Al mismo tiempo, la tolerancia de estos y otros abusos a los derechos humanos por intereses geopolíticos.
Pero estos son datos, es la vida, materia de debate, política, diálogo que falta, diálogo por venir. Y se llamaban Mahmud y Ayaz es poesía. El doble tema, no el contraste, de amor y muerte, nada romántico, vuelto a explorar, a decir, es la materia verbal madurada, macerada, nada panfletaria, que José Manuel Lucía Megías explora. No pretende dar voz a los que no la tienen. Sí logra volver a decir el amor, un tema que a veces nos parece agotado. Crea una polifonía de voces que quizás, sobre todo, se plantean como ofrenda a este amor y a los ausentes.
Un canto contra nuestro silencio.