Relatos extraídos de Recorriendo el Madrid de las letras con Dostoievski
La vida de un genio
“Mi casilla, mi quietud, mi güertecillo y estudio”. Así define su casa Félix Lope de Vega en una carta dirigida a un amigo.
En el güertecillo nos sentamos al fondo en un banco de madera desde el que contemplamos, mi querido batuchka y yo, la puerta trasera de la casa por la que hemos entrado al jardín. Todo parece haber sido mantenido de igual modo, árboles, arriates, gallinero (pero sin gallinas), quizá el Fénix de los ingenios las tuviera en su tiempo.
-Imaginemos, mi querido Rodia, al genio entrando por esa puerta, y nos ve aquí sentados esperando su entrevista. Tengamos en cuenta que somos dos escribientes llamados por el genio para ayudarle en sus tareas de redactar sus obras. O, mejor todavía Rodia, como el Fénix estaba siempre tan ocupado con las fiestas, las mujeres, las misas y sus correrías, digamos que somos dos “negros literarios” cuyos servicios ha reclamado el dramaturgo, autor de obras tan insignes como La Arcadia, La Dorotea, Peribáñez y el comendador, El perro del hortelano, y Fuenteovejuna, por citar algunas de sus más reconocidas obras.
-¿Cree Fiódor, que Félix Lope de Vega tuvo “negros literarios” que le escribieron su obra?
-Sin duda amigo, si no ¿cómo se explica esa intensa actividad social? Uno o escribe o se divierte.
-Pero no hay que dudar que el maestro era un genio.
-Como usted y como yo: “Santo que mea no crea”
-Es algo escéptico al respecto.
– Sí, más bien diría yo incrédulo. Mire la época en la que le tocó vivir, por menos de nada te daban garrote vil o te encarcelaban, a Cervantes se lo hicieron, y por qué Cervantes no llegaba a despuntar como escritor y sí Lope, ¿era éste último mejor literariamente hablando, más prolífico? Pero no se debe juzgar a un autor por lo prolífico de su obra, sino, como bien sabe por el contenido.
-Sin duda…- hago una pausa y mis ojos no dan credibilidad a lo que ven, mi cerebro no da crédito a la imagen que éstos le trasmiten- ¿no es ése ni más ni menos que Lope de Vega?- le pregunto a mi acompañante sempiterno.
-Sí, amigo, sí, el mismo que se pavoneaba en su falsa modestia queriendo presumir de humildad con su frase: “Mi casilla, mi quietud, mi güertecillo y estudio”. ¿Sabe cuántos reales costaba una casa como esta en aquella época? ¿Si para Lope esta casa era una “casilla” qué era entonces la morada de un miserable que vivía en los arrabales del Madrid de aquella época? Esta casa señorial debió costarle muchos miles de reales, que pocos podían permitirse ese lujo, y las fiestas que organizaba, y toda esa parte que no se ha contado. Porque, como bien sabe, mi querido Rodia, la historia siempre omite la verdad, y nos cuenta lo que a los que la escriben en su momento les interesa. ¿Había que otorgarle a Félix Lope de Vega la etiqueta del escritor oficial afín a la reina, y a Cervantes la otra del escritor maldito?
-Pero Fiódor, no puede poner en duda la calidad de su obra literaria.
-No, no la pongo en duda, y aquí entramos nosotros, dos “negros literarios” que hoy Lope ha decido contratar a su servicio, y nosotros, dos muertos de hambre porque la pluma no nos da nada más que para disgustos, y un trozo de pan duro de tarde en tarde y porque alguna alma caritativa se ha apiadado de nosotros y nos ha encargado unos poemas para su amada, o para su amante, o un viejo noble ya en su chochez nos ha llamado para que escribamos, en el mejor de los casos, su vida, aunque tengamos que dotarla de algo de ficción para darle un toque de aventura, y en el peor de los casos para escribirle un epitafio, y que mal cobramos, le digo mi querido Rodia, que a nada que el Fénix de los ingenios nos ofrezca techo, cama y comida, mas, de vez en cuando, los servicios de alguna de sus sirvientas… ¿Qué diremos? ¿Seguiremos por el camino tortuoso de las letras y el hambre, o nos venderemos al mejor postor para que con su nombre haga de nuestros hijos los suyos, y sea glorificado por ello?
-No sé mi querido batuchka, si de un modo u otro vamos a quedar relegados al olvido, nosotros y nuestros hijos, mejor será darles un padre aunque sea falso para su bien, andando el tiempo llegará el día en que se descubra toda la verdad, como ocurrirá con el autor de Hamlet, al final ni la máscara podrá salvarlo de que se descubra quién había tras ella.
-Muy bien dicho, amigo, y ahora preparemos nuestra entrevista que se acerca el que nos ha de dar la inmortalidad, y por ahora el que nos quitará esta miseria que llevamos encima.
Félix Lope de Vega, también conocido como el Fénix de los ingenios, se acercó mirándonos penetrante y profundamente. En su rostro se dibujó una sonrisa como si acabara de intuir que los dos tipos que tenía delante le habían caído del cielo: sus, a partir de aquel momento, “negros literarios”.
Sin argumentos