Basura

por Rafael Balanzá

Es el título de un bolero de los Panchos, sí, y también parece ser la palabra clave del más reciente pensamiento español. Además, me cuadra como epígrafe de este post.

Soy (más o menos) conocido como novelista y llevo años colaborando con este portal, sin embargo, siempre he evitado decir con claridad lo que pienso de la producción literaria nacional y contemporánea. Especialmente he evitado hablar del trabajo de quienes hacen lo mismo que yo; es decir, de quienes publican ficción -novela, relato-. Pero como veo que las aguas (fecales) no paran de subir y ya nos llegan por lo menos a la nuez; me parece que va siendo hora de hablar claro, antes de que sea tarde.

Veamos, yo distingo cuatro niveles. El primero y superior es el de las obras literarias contemporáneas que, con la debida sanción de la posteridad, podrían acabar ocupando en el canon un lugar comparable al de las obras que admiramos; es decir, aquellos libros actuales que nos pueden apartar momentáneamente de la lectura o relectura de una obra maestra clásica (como, por ejemplo, La muerte de Iván Ilich, de Tolstoi) sin que tengamos la sensación de perder el tiempo. En ningún caso serían más de diez en lo que llevamos de siglo. En todo el mundo.

El siguiente nivel es el de la mediocridad, aquel en el que yo creo encontrarme. Digo esto habiendo ganado el premio de novela más prestigioso de nuestro país. Lo digo contando con el aplauso de la crítica nacional y foránea y con el generoso elogio de algunos autores de enorme prestigio. ¿Lo digo? Sí, y sin la menor duda. Puede que esto asombre a algún lector. No hay para tanto. Llegar al nivel de la mediocridad, de la imitación aceptable de los modelos que uno admira, es ya muy difícil. Por debajo de este nivel, en el tercer peldaño, empezamos a encontrar la basura. Aquí es donde se encuentra el 90% de lo que publican las editoriales españolas importantes. Y lo peor de todo es que muchos de estos son libros bien escritos, platos de prosa molecular servidos con espuma de alta cocina retórica, según elaboradas recetas posmodernas. Podemos subdividir este nivel en dos compartimentos contiguos y comunicados. Basura pretenciosa es la mayor parte de lo que publican los llamados sellos de prestigio, algunos independientes y otros ya no. Basura sin pretensiones (es decir, basura sincera que se presenta como tal) es lo que publican los grandes sellos abiertamente comerciales. Y por debajo de este nivel podríamos descender aún al del puro excremento: editoriales regionalistas, autoedición etc.

Casi todo lo que escribimos, incluso las obras premiadas y jaleadas por los suplementos culturales, será enterrado muy pronto por toneladas de escombros y olvido. Cosa que, por supuesto, no detendrá a las legiones de escritores que opinan que el mundo no debe perderse las febles y viscosas criaturas nacidas de sus masturbaciones mentales. La situación es que en España, un auténtico país basura habitado por corruptos y tramposos -de los cuales solo una fracción insignificante son, además, políticos-, con índices muy bajos de lectura y muy altos de fracaso escolar, casi insólitos en el mundo desarrollado, todo el que lo intente puede considerarse, de facto, escritor, y no faltará un tonto que lo publique. La infantilización colectiva nos ha llevado a esta situación: la de pretender que todo esté al alcance de todos. Se trata de una auténtica negación del principio meritocrático o, sencillamente, del principio de realidad, basada en la extendida falacia de que el mundo de los derechos puede expandirse indefinidamente sin que lo limiten las obligaciones, la responsabilidad o el mero decoro. Pero este, queridos y fieles amigos, ya es un tema para otro post.

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