Buscando Novela

por Rafael Balanzá

Ando ocupado estos días con la corrección de mi próxima novela, “Recado de un muerto”, que se publicará en noviembre.

Realmente es una exageración decir que “ando ocupado”; creo que hay muy poco que tocar en esas 47.000 palabras, la verdad. Ahora mismo me parece salvajemente buena y mentiría si dijera lo contrario. Es posible que cuando salga, en cambio, se me antoje una basura; estas cosas pasan. (Si es así, habrá que disimular ¿no?) Y me extraña que sea tan buena teniendo en cuenta las concesiones “a priori” que hice en el momento de planificarla y de redactar el primer borrador. Ya que intuyo vuestras caras de reproche y escándalo, os anuncio que explicaré esto un poco mejor más adelante. Puede que lo haga durante la promoción. Una perspectiva, por cierto –el necesario circo de la presentación-, que en este momento me resulta espeluznante.

En fin…, no veo forma de mejorarla, excepto a base de afinar detalles y abundar en el trabajo de documentación, la parte más burocrática y tediosa de la tarea del escritor, la que menos me interesa. No: creo que dejaré esos detalles inexactos como están. Así la cosa tiene más gracia. La ficción es ficción (o sea, mentira) y lo único que importa es que sea verdad. Sé lo que me digo.

En cuanto a lectura, acabo de terminar “Juventud”, de Coetzee, no tan buena como “Desgracia”, pero bastante buena a pesar de todo. Y como con ese volumen delgadito y de bolsillo he agotado mis reservas en este apartado (narrativa de ilustres colegas todavía vivos) el otro día salí hacia la FNAC muy decidido a comprar algo nuevo, pero volví de vacío. Expondré sumariamente lo que busco y lo que no quiero. Ante todo, que no sea un ladrillo –ya que suelo intercalar novela con ensayos bastante correosos- ni mero entretenimiento. Rechazo una prosa alambicada, autocomplaciente, y tampoco tolero esos libros de aire periodístico plagados de clichés que tanto abundan. Por un momento pensé en atacar lo que me queda de Philip Roth, pero ya es demasiado antiguo. No creo que llegue nunca a meter la nariz en “El lamento de Portnoy”, por ejemplo, una obra que tengo la sensación de haber leído. (Esto es pura manía: cuando se trata de un autor vivo, prefiero sus libros recientes; si es un muerto, en cambio, tiendo a ventilármelo en el orden cronológico de su publicación). También se me pasó por la cabeza volver a Auster. Me he divertido bastante con él, lo confieso, pero ¿tiene sentido leer a alguien más o menos parecido a uno mismo aunque no tan bueno? Me gustaría elegir bien. Sobre todo ahora que el curso de autoestima me deja poco tiempo. Un español, entonces… La verdad es que he leído a demasiados por puro compromiso últimamente, y el que más me viene interesando resulta que no es novelista, sino un filósofo: Javier Gomá, que acaba de publicar “Necesario pero imposible”. Lo dejo para el verano. En un momento dado se me ocurrió darle una segunda oportunidad a Murakami, pero esa trilogía que tiene me produce erisipela cada vez que la tengo en la mano. ¿Me veré condenado a esperar con ansiedad el momento en que Houellebecq entregue la siguiente?

En fin…, que me volví a casa sin nada actual que llevarme a los ojos. El argumento decisivo fue que para eso ya tengo “Recado de un muerto”, justo en la onda de lo que realmente me pone. Lo malo es que ya sé cómo termina. De pronto, repasando mi amada biblioteca, tan corpórea ella, con pelusas cómplices acechando detrás de los libros, decidí empezar con uno que tengo en la lista de espera desde hace ya demasiado tiempo: “El primer hombre”, de Camus. Apuesta segura, desde luego.

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