Carta a Zipi

por Rafael Balanzá

Querido Zipi, te llamo así porque parece ser que perteneces a la generación Z. Claro que tú no sabes quiénes eran Zipi y Zape; conoces, como mucho, a Mortadelo y Filemón. Teniendo en cuenta tu edad –más o menos la de mi hijo: entre 15 y 25- eres el relevo natural de los millennials, tus hermanos mayores, esa desgraciada cohorte de discapacitados económicos y anímicos que ha protagonizado en masa “españoles por el mundo”, antes de volver a la patria con el rabo entre las nalgas, o como se diga eso.

El caso es que tu generación, me temo, tampoco puede prometérselas muy felices. Me explican que estás deprimido y a veces hasta te suicidas. Me cuentan que necesitas tres o cuatro psicólogos y un ansiolítico para afrontar tu duro día a día en Instagram. Y encima, la pandemia lo ha complicado todo mucho más para tu desarrollo emocional y tu integración social. Quiero animarte, sin embargo, a que encares tu futuro, como ciudadano de pleno derecho de este siglo, con un mínimo de entusiasmo. Sé que lo has tenido difícil durante tu infancia y quizá incluso has pensado en cambiarte de sexo. Cuando mamá se trajo a su nuevo novio a vivir a casa (¿lo recuerdas?) aprovechando que papá estaba compartiendo un crucero con su jefa -que acababa de romper con su novia lesbiana y había redescubierto la heterosexualidad poliamorosa- pensaste que no te querían, Estabas equivocado, Zipi. Es verdad que te dejaron casi todo aquel verano en casa de la abuela, diabética y medio ciega –ahí fue, claro, donde te enganchaste al porno extremo-, mientras ellos recorrían el Atlas en bicicleta; pero no te estaban abandonando. ¡No pienses eso, alma de cántaro! Lo que hacían era propinarte una importante lección: que sólo tú eres responsable de tu felicidad y que debes aprender a procurártela sin depender emocionalmente de otras personas.

En cualquier caso, no juzgues severamente a tus padres. Ten en cuenta que heredaron de sus mayores una democracia precocinada por los prebostes de la última dictadura fascistoide de Europa, y que el tirano entregó plenos poderes a un rey que nos ha salido un poco…, será mejor ahorrarle (y ahorrarte) los calificativos. Aunque puede que esto te sorprenda, tus padres no son tan distintos de ti. También ellos siguen en la adolescencia. Se criaron en un país festivo y lleno de jóvenes, que navegaba a velocidad de crucero hacia la libertad; pero como en el cuento de Borges, se perdieron en el peor laberinto imaginable, el desierto, “donde no hay puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que te veden el paso”. Y ahora, que empiezan a ver a algunos amigos enfermar y morir de cáncer y de otras enfermedades, comprenden que la vida iba en serio. Por eso les ha dado tanto miedo el COVID y te han tenido encerrado sin miramientos, sin fórmulas paliativas para preservar tu salud mental. También debes perdonarlos si lo único que han sabido hacer en política es inventar partidos extremistas que remedan sórdidos modelos del pasado; o conformarse con los que ya existían: uno creado por un ministro de Franco y el otro por un linotipista del siglo XIX.

En fin… querido Zipi, es verdad: tus padres son lerdos, ignorantes, ordinarios, descreídos, materialistas, mediocres… Pero debes entender que todo eso convierte en un objetivo factible el principal reto de tu vida. El reto de superarlos.

Más por Conocer. Apre(h)ender al autor. Rosa Lentini

Más por Conocer. Apre(h)ender al autor. Rosana Acquaroni

Conocer al Autor República Dominicana

Dequevalapeli