Carta de amor al Ministro de Cultura

por Rafael Balanzá

Señor Iceta, yo le tengo una gran simpatía, se lo aseguro. Créame si le digo que le profeso verdadero afecto, por su patente carisma y por sus cualidades humanas. No me burlo, soy sincero. Incluso estoy dispuesto a declarar (¿y por qué no?) que yo le quiero. Es usted un hombre simpático, apasionado, cordial; que sabe bailar con gracia y salero. Por si todo esto no fuera suficiente, colijo que viene al Ministerio de Cultura cargado de buenas intenciones. ¡Y de becas!

Mire…, yo no soy el mayor fan del Gobierno al que usted pertenece, pero tampoco su más acerbo detractor. Como liberal de izquierdas (liberal nefelibata, me he definido alguna vez) me siento, al menos en teoría, algo más próximo a su partido que al que lidera la hirsuta y pendenciera oposición. Además, en España la cultura siempre ha sido de izquierdas, para qué vamos a engañarnos. Leí este verano, precisamente, “Las armas y las letras”, el fascinante friso cincelado con sabiduría y buen estilo por Trapiello en el duro mármol de nuestra historia, sobre vidas y andanzas de escritores durante la guerra. Hubo de todo, claro. ¿Cómo olvidar esos raros y niquelados artilugios de vanguardia pergeñados por ciertos poetas falangistas? Pero durante la Transición ya casi no había contrapeso. Y el deslizamiento hacia la izquierda llegó a su apoteosis con la Movida. Se les ha acusado a ustedes, a menudo, de querer embridar y hasta subyugar el talento a base de subvenciones. Pero sospecho que quien tal cosa denuncia jamás ha pensado en la cultura, ni para bien ni para mal. Por desgracia, contamos con una de las derechas más palurdas del mundo occidental. Dejando a un lado a Trump, que vive en su propio mundo. La cultura les parece algo tan ajeno e irrelevante que ni siquiera se preocupan por domesticarla. La exigua ilustración liberal, que intentaba caminar con el rebaño de los reaccionarios, ha sido atacada por los zombis descerebrados de la carcundia. ¿No lo sabía? Pues pregúntele a Jiménez Losantos por los antivacunas de Vox.

Como digo, no pongo en duda sus buenas intenciones, pero eso de adjudicar una partida millonaria a los escritores para que viajemos al extranjero “a crecer personalmente” me parece un despilfarro, qué quiere que le diga. Los literatos de mi generación no podemos crecer más o pondríamos en peligro el tráfico aéreo. Hemos envejecido siendo aún jóvenes y ascendido en cuerpo y alma a los cielos del Retiro. ¿No ha visto usted los telediarios de septiembre? Colas de miles de lectores ante las casetas de la Feria del libro en las que firmaban los valores genuinos respaldados por la crítica.

Con valiente y sagaz criterio, el telediario presentado por el intrépido Franganillo (estos últimos días he llegado a temer que este buen profesional imitara a Empédocles en el volcán), ha preterido a las viejas glorias y a los superventas para poner el foco en estos nuevos autores y autoras de prestigio. Es cierto que un día intervino un escritor comercial, pero sólo para recomendarnos los libros del gran Gonzalo Hidalgo Bayal “No compren mis venales y rutinarias obras (dijo en prime-time), no sean ordinarios, por favor, y lean literatura de verdad”. Luego, rompió a llorar. Ya ve, señor Iceta, que nada queda por mejorar, y las ayudas aprovecharían más a las víctimas del volcán.

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