«Llegué yo al hotel donde estaba alojado este autor, al que admiraba muchísimo y que no conocía absolutamente de nada. Y encontré a un hombre con el mismo rostro que Alfredo Bryce Echenique, hablando francés, pero con una cara de inmensa melancolía que para mi era un poco extraño y difícil de entender: que un autor que me había hecho reír tanto pudiese tener ese rostro tan melancólico.»