Cómo conocí a … Cialenva Preston

por Alvaeno

Cialenva Preston es uno de esos tipos raros que algunas veces uno se encuentra en la vida. Yo tuve la suerte de conocer a este “ejemplar de primavera”, precisamente en primavera, según me dijo:
-Amigo, tienes suerte, hoy comienza la primavera y acabo de llegar con mi bandada de pájaros.
Me quedé mirándolo algo sorprendido por la frase que me endilgaba aquel desconocido para mí. ¿Qué hacer?, nada, ya estaba acostumbrado de algún modo a tratar con gente excéntrica por mi trabajo. Así que ni el aspecto de Preston ni su frase a modo de saludo me impresionaron demasiado, sin embargo algo en mí quedó en una especie de expectación, y fue, sin yo darme cuenta, alimentando mi curiosidad por aquel tipo, con el que al final del verano había llegado a tener una verdadera amistad. Ya hace unos años que no lo veo, y ni siquiera sé dónde está, todo lo que sé de él me lo contó aquel verano y el resto lo he sabido por aquellos dos libros que había publicado y que me regaló con el orgullo propio del padre que le transfiere al hijo su herencia.
Buscando versos malditos y Matinal costa de Madrid, son los títulos que Preston me regalara y de los que él es su autor.
-Una veintena de libros escritos y solo dos publicados, y por una editorial de esas que tiene dos güevos- me dijo en el momento que me alargaba los dos libros.
Yo los cogí y los hojeé, con detenimiento, me gusta la literatura desde joven, tenía entonces dieciocho años y trabajaba en un camping en la sierra de Grazalema, y el trabajo me daba tiempo para leer, así que aquel verano devoré los dos libros y tuve la suerte de poder comentarlos con su autor. El día que se marchó le pedí que me los dedicara, a lo que me respondió:
-La mejor dedicatoria ya está en el libro.
Y sin más, se marchó dejando tras de sí el sonido del rugir del motor de aquella Harley Davidson que poco a poco se fue haciendo un punto inexacto en la lengua de regaliz en la que se había convertido la carretera.
Abrí Buscando versos malditos y leí:

“Los libros son puertas abiertas que nos conducen a mundos imaginarios, reales y fantásticos.”

«Si soy poeta, soy puto, si no soy puto no soy poeta, y por tanto me encanta la baja estopa, y el deterioro de la salud mental, no la tuya, claro, la mía que consumo leyendo a Chateaubriand»: (Una buena acción es una lección insolente para los que no tienen el valor de ejecutarla).

Hace unos días buscando unos apuntes en unas cajas, encontré los dos libros, Matinal costa de Madrid y Buscando versos malditos, los he vuelto a retomar y ahora estoy de lleno en el primero y me digo: ¿Cómo escritores como este quedan en el más absoluto olvido? Matinal costa de Madrid es un libro que a cada frase abofetea al lector, no le da tregua, lo agita a cada párrafo, y le enseña el gusano vil que muchos seres humanos llevan por dentro corroyéndoles las entrañas, un libro donde la mediocridad y la necedad quieren acabar con el mundo, un libro que nos recuerda las lecturas de Faulkner con libros como La paga de los soldados, o El sonido y la furia:

“Un hombre es la suma de sus desdichas. Se podría creer que la desdicha terminará un día por cansarse, pero entonces es el tiempo el que se convierte en nuestra desdicha.”

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