Cómo conocí a … Ernesto Pérez Zúñiga

por Alvaeno

Conocí a Ernesto Pérez Zúñiga en una plazoleta pequeña de una ciudad soñada.
Alguien me había hablado mucho de él, así que sin haberlo visto nunca pude identificarlo cuando lo vi allí sentado mientras un cachorro hispano bretón de color negro correteaba entre sus piernas y la fuente de la plazoleta.
Yo había salido a pasear una perra pastor alemán. En cuanto lo vi, me dirigí a él, y le dije directamente.
-¿Eres Ernesto?
-Sí, tú debes ser Salva- respondió. Era evidente que la misma persona que me había hablado de él, le había hablado de mí.

Y digamos que este fue el inicio de una gran amistad que a lo largo de los años se mantuvo, y que ahora se mantiene en la distancia. Llevamos más de siete años sin vernos, pero seguimos conectados.

Decir que de nuestra amistad nació la idea de una de sus primeras novelas, espero no le moleste a Ernesto, el caso es que la idea de su novela Santo Diablo, nació de algunas conversaciones que mantuvimos por aquel entonces, referidas a mi familia materna, en algún paseo por el barrio de Lavapiés o en algún bar tomando alguna bebida espirituosa; luego hicimos juntos un recorrido por el sur de Andalucía, y entrevistamos a algunas viejos de la zona, entre ellos a mi tía María, en Setenil de las Bodegas, y ésta nos contó algunas historias ocurridas en la zona en sus tiempos, así como nos remitió a otros personajes a los que entrevistamos en Arriate, un señor y su señora que nos atendieron con toda hospitalidad en su casa, ambos ya pasaban los setenta y cinco años, y nos contaron historias que pondrían los vellos de punta a los creyentes, a mí no me produjeron más que satisfacción porque lo que nos relató aquel matrimonio era más propio de cuentos de Las mil y una noches que de una realidad que los dos ancianos hubiesen vivido. Pero lo contaron con tal honradez que era muy difícil no haberlos creído.

Llevados por el ánimo de encontrar algo más sobre el asunto nos plantamos en el lugar de los hechos con la intención de descubrir algún fenómeno o una prueba de que todo lo contado había sucedido de verdad. Pero salvo un cielo cuajado de estrellas y unas vistas impresionantes, no descubrimos gran cosa. El universo es maravilloso y allí podíamos ver una parte de él en su total plenitud.

Luego el telón del tiempo fue echando los días atrás y todo siguió su camino, Ernesto el suyo y yo el mío, quizás algún día nos volvamos a ver en un nuevo cruce de caminos.

*“Los más fuertes guardias que los reyes pueden tener
Son amigos constantes para salvar su estado.
Amigos verdaderos son constantes en palabras y actos.
Amigos verdaderos son regalos, y ayuda en cada apuro;
Los amigos verdaderos hablan la verdad, no por interés;
Cuando no hay dinero, los amigos verdaderos permanecen…”

Richard Edwards ¿otra máscara de Edward de Vere?

*Traducido por el escritor y ensayista Ricardo Mena, para su libro Ver, comienza.

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