"Le leí un par de cuentos, le gustaron mucho y me aceptó como alumno. A partir de ese momento empecé a transformarme en escritor, al lado de él. Ahí descubrí si esa cara era de recién despertado o de no dormido. Era de no dormido. Pablo Ramos estaba escribiendo una de sus novelas La ley de la ferocidad (2007) y él escribe de noche. Yo lo interrumpía todos los miércoles, a las nueve de la mañana, y él ponía un punto y aparte en su trabajo y empezaba a trabajar conmigo."