Cómo conocí a … Rafael Soler

por Alvaeno

A Rafael Soler lo conocí en Málaga, en la presentación de su poemario “Maneras de volver”, que se realizó en el Ateneo. La semana anterior a la misma me llamó Inés Guzmán, poeta afincada en Málaga desde tiempo atrás, y vocal de poesía del Ateneo.
-¡Hola Salva!- sonó la voz de la poeta a través de ese artilugio por el que cabalgan los sonidos a través de los impulsos eléctricos a modo de telégrafo pero que sorprendentemente nos pone la voz de nuestro interlocutor en nuestro oído como si estuviera tras la puerta.
-¡Hola Inés, me alegra de oírte!
Y tras el intercambio de las frases amigables me dijo que Rafael Soler le había hablado de mí, y le había pedido si podía contactar conmigo para invitarme a la presentación de su poemario a la que asistí encantado, y fue allí donde por primera vez nos encontramos Rafael y yo.
Nos hemos visto unas cuantas veces desde entonces, la siguiente de aquel primer encuentro fue en Madrid, quedamos al medio día en La taberna encantada, pero estaba cerrada y decidimos ir a la cafetería Santa Isabel, lugar en el que yo había pasado buenas horas en el tiempo en que estuve viviendo en Madrid, muy cerca de allí tenía mi estudio en calle Salitre, antigua Baltasar Bachero, del que supe la historia y la razón por la que la calle Salitre había sido bautizada con su nombre años trás, pero no es aquí donde voy a contar esa historia, ahora hablaré de mi buen amigo Rafael Soler. Aquella mañana en Madrid, pasamos dos o tres horas charlando apasionadamente, hablamos de literatura, de más literatura, de las novelas escritas y las por escribir, de los premios, recibidos, Rafael ha recibido varios, y de los nuevos proyectos, hablamos de Mansor y su viaje desde Mauritania hasta Fuengirola…
La siguiente ocasión en la que volvimos a vernos fue nuevamente en Málaga donde Rafael presentaba su siguiente poemario “Las cartas que debía”, y la última vez que nos vimos fue de nuevo en Madrid, donde presenté mi novela en la librería tres rosas amarillas, teniendo como acompañante en la misma a Rafael, fue una tarde noche muy agradable y amena entre amigos, entre amantes de letras…
Les dejo una reseña que hice para las revistas Calle ficción, y Letras, tu revista literaria:

“Las cartas que debía” de Rafael Soler, por allí las trajo el viento

Si Rafael Soler ya nos ofreció su visión poética en “Maneras de volver”, dejando sentado, y bien sentado, que tras sus versos hay un gran poeta, ahora lo confirma poniendo –“Las cartas que debía”– sobre la mesa y sin ser farol alguno, por su parte, lleva todos los ases en esta partida que le gana a golpe de versos a la vida, a la muerte, y a la poesía que se hace hoy en día, y en la que resurgen (según el caso de Soler) y surgen poetas con una perspectiva nueva, con una forma de escribir acorde al momento, creando un estilo propio, como hace Rafael que desde sus “Maneras de volver” ya nos avisaba que pronto el poeta que le corre por las venas estaría dando que hablar en estos círculos poéticos, en éstos, pero también en aquéllos, o los otros, no importan los clanes si lo que importa es la poesía.
“Las cartas que debía” nos muestra un poeta reflexivo, que describe los subterfugios de la vida y con ella el camino hacia la muerte que al igual que la primera está tan presente en sus versos, pero es insoslayable que la una pueda existir si la otra, y eso Rafael lo sabe, y por eso lo escenifica en sus versos.

Aviso al navegante:

En “Las cartas que debía” me he introducido como un trampolinista se lanza a la piscina mirando el agua desde arriba y viendo que cuando llegue a ella las sensaciones y emociones que va a percibir serán como olas de Tsunami, dispuestas a abrazar la carne para entregarla sin ambages a un poemario de versos encendidos como los de Soler. Por ello les digo a los lectores que «Afilen los puñales y dispónganse a inmolarse, si se atreven.» Así que estoy dispuesto afilar los puñales y una vez hecho inmolarme leyendo la poesía de este poeta al que sin duda tengo que hacer esta ofrenda, porque ante sus versos me destoco.
La inmolación es cuestión de honor, y d

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