Un éxito rotundo en la cartelera madrileña ha servido para que la obra Los miércoles no existen, una comedia romántica de Peris Romano que gira en torno a la reacciones en cadena derivadas de nuestras decisiones, sea llevada al cine.
Quienes han visto esta obra en el madrileño teatro Lara sobre decisiones aparentemente inocentes que acaban cambiando nuestra vida incluso años después de tomarlas, ahora la pueden ver en la gran pantalla.
El autor no logró que su guión fuera rodado, lo convirtió en obra de teatro y el público le dio la razón. Es otra razón para apostar por el teatro como género. Rodar una película cuesta varios millones de euros, probar el texto como obra de teatro, apenas unos miles.
No es la primera vez que una obra de teatro se lleva al cine con éxito. El pez gordo, de Roger Rueff, fue un claro ejemplo de cómo dar bien el salto; La muerte de un viajante es otro caso, o Julio César; pero sin ir tan lejos tenemos La cena de los idiotas del dramaturgo francés Francis Veber. Ahora es Peris Romano quien demuestra los estrechos vínculos que unen a todas las artes.
Sostengo que es necesario publicar las obras de teatro por varias razones; primera, para ser leídas; segunda, para facilitar su estreno y que la obra viva en su medio natural, las tablas; tercera, porque el cine y la televisión puedan conocer el montaje de un texto de un modo mucho más grato que impreso en un DINA-4.
El éxito de obra Los miércoles no existen, debiera servir para que los productores audiovisuales se pasen de forma continuada por los teatros buscando textos nuevos, frescos, de esos que quizá nunca lleguen a leer.