Escribir, tal vez publicar I

por Rafael Balanzá

Hace unas semanas, poco antes de Navidad, uno de mis vecinos me abordó por la calle para preguntarme -debo decir que muy cortésmente- acerca de la posibilidad de mantener conmigo alguna conversación sobre literatura.

Conocía este hombre mi trayectoria por la prensa, y se daba la curiosa circunstancia de que desde hacía algún tiempo a él también le venía picando el bicho de la creatividad literaria. Su inquietud central, por supuesto, era la típica en tales casos:

“Más que nada saber cómo está ahora eso de publicar… No sé…, por si me podías dar algún consejo o algo…. Bueno…, si no te molesta”.

Y no, claro que no me molestaba. Lo que ocurría era (traté de explicarle, algo azorado me parece) que yo de un tiempo a esta parte evitaba mantener conversaciones literarias de ninguna clase, como no fuera con algún inquieto periodista, durante la promoción de un libro. Y en ese caso, más que nada por una exigencia contractual que me impele a vencer mi creciente desgana; aseveración esta última en la que fui aproximadamente sincero. Así que le rogué que me disculpase y traté de justificar una posición tan maximalista con diversas razones que expuse atropellada, confusamente. No me quedó muy vistoso, que digamos, el mosaico de intimidad contemplativa, monacal humildad y soledad necesaria que traté de componer en un momento ante sus perplejos ojos e indulgentes oídos, a modo de apabullante disculpa. Pero él fue lo bastante generoso como para dar por bueno mi galimatías y permitirme continuar en mi enfurruñado solipsismo literario.

Sin embargo, esta actitud mía, tan elusiva, me dejó una sensación de ligero remordimiento. Sucede que mi vecino es un tipo simpático y su petición fue, como ya he dicho, irreprochablemente correcta. Entonces recordé que me había dejado una tarjeta y le escribí un breve e-mail proporcionándole el nombre de algunas editoriales y un par de obvias recomendaciones sobre los envíos, además de desearle la mejor suerte. Un gesto sin importancia que él agradeció muy expresivamente.

De esta anécdota procede la idea de dedicar esta entrada del blog a ofreceros unos rápidos apuntes sobre el mundo editorial que acaso interesen a quienes estén ahora en la misma fase de “asalto a la ciudadela” en la que yo me encontraba antes de septiembre de 2009. Suelen ser los propios editores, agentes y profesores de talleres literarios los que más consejos prodigan. (Recientemente, tres editores de relumbrón comparecían en un periódico nacional para glosar su feliz encuentro con varios bisoños aspirantes, en el marco de no sé qué jornadas organizadas por no sé qué demiurgos culturales.) Pero no son tantos, al menos comparativamente, los testimonios de los propios autores sobre sus obstinadas -¡y no siempre decorosas!- maniobras para lograr sus primeras publicaciones; esos torpes brinquitos preparatorios que dan como cabritillos en la falda de la montaña, antes de alcanzar la cumbre y lucir allí la aparatosa cornamenta de la gloria: premio importante o éxito comercial.

Llevado de mi proverbial filantropía, he resuelto formularme un breve cuestionario que podría servir de guía rápida para escritores en ciernes. Debo advertir que no suelo animar a nadie a escribir, y mucho menos a publicar. Esto es muy saludable, se mire por donde se mire. El que de veras tenga la desgracia de creer que hay algo suyo que el mundo no debería perderse, y además el talento para convencer a una parte del mundo de ello, encontrará de todas formas su camino. Por otra parte, a quienes carecen de toda habilidad o talento conviene desanimarlos, para evitarles decepciones y evitarnos mediocridades, aunque la eficacia de este procedimiento resulte hoy muy dudosa.

En fin, en todo caso he pensado que lo más práctico era ofrecer la información (parcial e incompleta, desde luego) de que yo dispongo en forma de preguntas y respuestas, en aras de la mayor claridad y concisión posibles. Aquí tenéis el resultado.

¿Existe algo así como una “meritocracia” literaria en España? Es decir: ¿es factible hoy una carrera literaria basada en la calidad artística y el mérito?

Categóricamente, sí. Aunque es un territorio menguante, condenado a la inmersión y a la leyenda, como la Atlántida. Se publica mucha basura, sin duda, pero unas pocas editoriales y un puñado –cada vez más pequeño- de premios disponen de sistemas de criba y lectura de originales orientados, por encima de todo, a seleccionar la excelencia.

¿Se podría precisar más esta información sobre premios y editoriales?

Si aspiráis a ver vuestra obra publicada, es evidente que no vale la pena que os presentéis a premios precocinados como el Nadal o el Planeta. Hay que ser muy ingenuo para no darse cuenta de que estos eventos son trajes hechos a medida. Si cuentas con cierta trayectoria previa, con alguna popularidad, y los bu

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