Implosión catastrófica

por Rafael Balanzá

Para constatar que la humanidad es estúpida basta pensar que nuestra especie, la mejor dotada para la supervivencia, es la única que se suicida a gran escala. De hecho, el suicidio es ya la primera causa de muerte violenta, sobrepasando con mucho la cifra de víctimas de asesinatos o de guerras. Este dato lamentable hace irrelevante del todo quién gobierne los países desarrollados -incluso los modestamente desarrollados, como este en el que vivimos-, que nadan en tal nivel de opulencia que la desgracia de sus habitantes se convierte en puro y delicioso sarcasmo de los dioses.

Vivo en un pequeño pueblo periférico de una capital periférica de la periferia de la Unión Europea, y no conozco a ningún vecino que no se pueda permitir salir a cenar un sábado o que no vuele a destinos transoceánicos o que, como mínimo, no haga snórquel entre tiburones martillo. Todos buscan GRANDES EXPERIENCIAS. Claro que estos aventureros suburbanos son, por varias razones –enfermedades crónicas, estrés laboral, divorcio, hijos suicidas, miedo a la muerte, envidias, rencores…-, unos completos desgraciados. En las próximas elecciones, tratarán de paliar su desgracia mediante el ejercicio del derecho al voto, sin tener en cuenta que la diferencia entre el “socialdemócrata” Feijóo y el “liberal centrista” Sánchez es realmente irrisoria en la práctica; que cualquiera de los dos mantendrá la reforma laboral de Rajoy y que la diferencia impositiva es históricamente menor del 5% entre gobiernos populares y socialistas. Por supuesto, están los partidos para retrasados mentales que intentarán arrastrar la política a un extremo, ayudados por periodistas mamporreros adictos al lexatin que tratan de no morir asfixiados por las redes sociales. Sin embargo, tales partidos son como esos pobres oligofrénicos a los que se les permite aullar en la trona mientras se les da el puré y se hacen sus necesidades encima. Si los “fascistas” de VOX (lo pongo entre comillas porque cualquiera que lea por encima a Emilio Gentile, por ejemplo, sabe que el fascismo verdadero ya no existe) o los “comunistas” de Sumar se incorporan al gobierno, será para hacer el ridículo y alguna cagada en política social, como ha ocurrido con las señoritas Pepis de Podemos durante la última legislatura.

Llama la atención, eso sí, que cuando la economía va a toda máquina y el capitán del barco ha atravesado una pandemia sin despeinarse mucho, ha ahogado a besos a los separatistas y en USA lo confunden con Superman… resulta que la gente pide cambio. Pero esos que votarán a la extrema derecha, no pocos de los cuales votaron antes a la extrema izquierda, son tan amantes del riesgo como el millonetis paquistaní que se metió en el Titán con su pobre hijo de 19 años: “Ha llegado la hora, churumbel, de que tu padre te proporcione la experiencia de tu vida. Vivimos en un zarrapastroso país donde la gente persigue a las ratas en la basura para comer, pero como a nosotros nos sobra el dinero para que estudies en cualquier universidad del mundo y no tenemos que morir en el Mediterráneo intentando alcanzar Europa…, pues lo que haremos será meternos en esta lata de Pepsicola, sufrir una implosión catastrófica a 3000 metros de profundidad y convertirnos juntos en comida para peces,” He visto alguna foto y realmente el chico me da pena; pero “contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano”, como dijo Schiller. O como lo digo yo: que la humanidad es estúpida, oiga…

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