En «La gasolinera de colores» todo gira alrededor de una secta religiosa dedicada a captar muchachas a las que prostituye con la promesa de ganar la salvación eterna, además de mejorar inmediatamente sus penurias económicas. Bajo la apariencia de un supuesto grupo religioso, lo que se esconde en realidad es un servicio de prostitución para caballeros de clase alta. Un muchacho de corto entendimiento está enamorado de la chica de la gasolinera donde ambos trabajan. La joven es captada por la secta y obligada a sufrir las mayores perversiones sexuales. El ingenuo joven intentará salvarla; sólo cuenta con la ayuda de un policía desencantado a punto de jubilarse, un profesor derrotado por la vida, dos gitanos delincuentes de poca monta, tres mulatas que trabajan en el bar de carretera al que suele acudir y una extraña capacidad que posee: puede descubrir los sentimientos de los demás por los colores que emiten. Pero a la hora de la verdad, los amigos desaparecen y uno está solo ante la vida. ¿O no?
El humor sutil, aderezado con ternura, sirve para ofrecer un retrato de los pueblos españoles desencantados, olvidadizos, apáticos, donde sólo cabe una esperanza: que los más perjudicados por la realidad se rebelen y hagan frente a los poderes incomprensibles… si logran superar el miedo.