Pereyra Iraola, el director del colegio, ha muerto en extrañas circunstancias. Amparito Conejo, la secretaria perdidamente enamorada del muerto y segura de que se trata de un crimen cometido por alguien del colegio, se jura encontrar al asesino. Los autores juegan a llevarse siempre la contraria como si se conocieran de toda la vida pero lo cierto que fue audacia de Guillermo imaginar que solo el gran Oscar Grillo ilustraría a Amparito. Al conocerse por primera vez los artistas que son se reconocieron, como en el cuento de las pistolas gemelas, de Borges. Predestinados.