Al filo de cumplir los cincuenta años, el pintor Gonzalo Porta decide dar un cambio radical a su vida: abandona Madrid y se traslada a vivir a Cerbal, un pueblo de la Sierra Pobre. Allí pretende romper con el arte abstracto, al que debe su éxito, y volver a sus orígenes realistas. Entre los objetos que le acompañan desde la gran ciudad figura un cuadro en el que un hombre mira a una mujer, apenas reconocible, parada ante la entrada de un cine.
Esa obra atrae la atención de una misteriosa pareja de artesanos que recorre en un viejo jeep la sierra madrileña. A partir de ese momento, desde la soledad rural de su nueva residencia, Porta se adentra en un mundo fantástico, donde la realidad de la España de mediados de los años ochenta se confunde con los fantasmas de la postguerra. Manuel Rico vuelve a indagar en La mujer muerta, una de sus novelas más poderosas, en sus obsesiones literarias: la memoria histórica, el papel del arte en la modificación de la realidad, el compromiso político, la repercusión en la sociedad actual de los desmanes cometidos por los vencedores de la Guerra Civil…
Todo ello ambientado en un territorio literario recurrente en otras obras del mismo autor, la Sierra Pobre de Madrid, en donde el tiempo parece haberse detenido y se empeña en no avanzar hasta que los protagonistas culminen el viaje interior que les reconcilie con el pasado y les haga enfrentarse a la verdad.