«Quedará lo que no tiene sentido ni razón ni fin», dice Pilar Adón en este clarividente poemario, el segundo que publica en La Bella Varsovia después de La hija del cazador. Mente animal es una vía de adaptación al paisaje, una lúcida confrontación con la evidencia. Quedará lo que no se puede proteger y lo que no se puede destruir. En un mundo inadaptado, bajo la dolorosa nitidez del cielo, entre la lluvia estridente o el viento triste y sin la convicción de que el día merezca un amanecer como el que se regala, subsiste lo que arraigó o deambula, la caza, el alimento, la conservación entre vegetales y gusanos, eso que constituye la ciencia del sentimiento único y desprende calor de hogar, donde se echan raíces y en torno a lo cual merodea la supervivencia o la memoria de quien fomenta nuestra blanca alerta porque, sin dotes para resistir en la espera, entregó su cuerpo al balanceo de un suicidio pregonado.