Muerte de Atlante

por Rafael Balanzá

 

Como ya sabéis, esta es, por ahora, mi última novela, en el sentido de “la más reciente”, pero también podría convertirse en la última en la acepción conclusiva. La verdad, empiezo a estar demasiado aburrido de mi generación. Me aburre la mayor parte de la narrativa, la música, la política, la ficción audiovisual y el entretenimiento que parece interesarles. Por eso me temo que el punto de intersección (entre mis pasiones y sus insípidas evasiones) sea cada vez más difícil de encontrar; y puede que me canse de buscarlo. Decía Miguel Delibes que había pasado media vida al aire libre y que sólo se arrepentía de no haber pasado también la otra media. A mis 54, casi 55, yo siento algo semejante. Para escribir hay que encerrarse, ¿sabéis? ¡Y durante mucho tiempo! Todavía me pagan; sí. Y me divierto, vale. Además, existen ciertos beneficios de esos que llaman intangibles, pero (qué raro) me encuentro demasiado bien para recluirme en la escritura. Sé que es irónico, viniendo de un amargado profesional como yo.

En fin…, ando estos días tan liado con la pre-promoción que no me ha dado tiempo a escribir un post completo, así que fusilaré algunos párrafos de la autoentrevista que he preparado para la prensa a instancias de mi editorial. Y aprovecho para decir que Algaida cuenta con el más culto e inteligente editor que me he encontrado en mi azaroso camino; y que agradezco a Charo Cuevas su primoroso trabajo.

¿Es tu novela un thriller o una novela negra?

Tal vez pueda definirse así, pero creo que esa etiqueta ha dado lugar a alguna confusión. Ya dije de mi primera novela,  Los asesinos lentos, que era un thriller “ sui generis”, porque no se ceñía a las fórmulas convencionales y rutinarias del género. Creo que se me ha tratado de encasillar en la novela negra porque es un género popular; pero mis libros tienen mucho más que ver –salvando las distancias que se considere que hay que salvar- con los de Camus, Sábato o Dostoievski que con la novela policiaca o criminal al uso. Y tienen todavía menos relación con el típico esquema detectivesco de investigación. Aquí sabemos quién es el culpable hacia el primer tercio de la novela. La intriga radica más en el “qué pasará” que en el manido asunto de averiguar “quién es el asesino”. Igual que hace en su cine Woody Allen, propongo una trama criminal para desarrollar una reflexión moral y filosófica.

¿Crees que la violencia machista tiene solución?

Será muy difícil que alguna medida social o política logre acabar con los crímenes machistas. Muchos de esos asesinos se suicidan después de matar, así que estamos ante una cuestión de creencias fundamentales. Dostoievski planteó en Los hermanos Karamazov un conocido apotegma: “Si Dios no existe, todo está permitido”. Como a Woody Allen, me interesa mucho profundizar en esa idea. Mi opinión es que si un hombre piensa que su mujer le ha destrozado la vida y no tiene creencias firmes, o cree, digamos, en el Dios equivocado, entonces puede fácilmente convertirse en un asesino.

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