Querido amigo, gracias por tu correo y por la interesantísima pregunta que me formulas. Antes de responder, quiero advertirte que soy algo susceptible cuando se trata de la originalidad de los argumentos de mis relatos y novelas. Admito con facilidad que puedan encontrarse mejores estilistas, por ejemplo, o narradores más versátiles etc. Pero cuando se trata de originalidad… la cosa se pone fosca.
Hace unos años, un amigo mío que vivía en Elche insinuó que mi cuento “Crímenes triviales” (que, por otra parte, consideraba un relato genial) podría resultar, en un grado casi imperceptible, una milésima menos original para quien hubiera visto “El fantasma de la libertad” de Luis Buñuel. Quedamos un día para comer en mi pueblo. A fin de ahorrarte los detalles, te diré sólo que después lo arrastré a la huerta, con el pretexto de dar un paseo, y lo puse KO mediante una droga de sumisión química. Puedes encontrar sus restos todavía encadenados a un radiador en una nave abandonada junto a la mota del río. No murió enseguida. Lo torturé durante una semana utilizando un mechero y unos alicates. Cuando encontró los argumentos adecuados –y no los que él suponía que yo quería oír- para demostrarme que mi idea era completamente original, le abrí la barriga y me comí parte de su hígado antes de dejarlo morir desangrado.
No. No he leído “La víctima” de Saul Bellow que relacionas con “Los asesinos lentos”, pero como comprenderás –teniendo en cuenta lo que te acabo de contar- he realizado una búsqueda MUY concienzuda de reseñas en Google. Por lo que parece, en la novela de Bellow habría una acusación (injustificada) pero no una amenaza de muerte. Y el que acusa es, como tú señalas, prácticamente un desconocido. En LAL, por el contrario, no hay verdadera acusación (“no creo que tú seas el principal culpable de que mi vida no funcione, sólo eres el que va a pagar por ello”); sin embargo, sí hay amenaza (sentencia) de muerte. Además, se trata de dos viejos amigos. No es que sea algo diferente. A mí me parece que es casi lo contrario, aunque se perciba, sin duda, una común influencia kafkiana. Y sin ánimo de entrar a cotejar las obras –lo que sería imposible no habiendo leído la de Bellow-, sino los plots, la verdad es que el mío me parece más tenso y galvánico. Por no hablar de la conversión repentina de Valle al cristianismo y el cambio de papeles de un final en el que se detecta la huella de Camus.
Se han encontrado muchos parecidos a LAL, creo que en general sin intención de desmerecerla. Los que en su momento me resultaron más interesantes fueron el de Sergi Doria, quien señaló en Revista de Libros que la semejanza con “El cabo del miedo” era muy visible pero completamente superficial, y el de cierto crítico murciano que relacionó el suspense de mi libro con el de la novela breve de Julio Verne “Las tribulaciones de un chino en China”, por la amenaza latente de un ejecutor que permanece emboscado. Justo después de publicar LAL leí “Pastoral americana” de Philip Roth y encontré algunos temas comunes, como el del hombre pragmático, el triunfador sin complejos que es “asaltado” absurdamente por la desgracia…
Espero haber resuelto tus dudas. Nos queda pendiente ese paseo por la huerta del que te hablé hace algún tiempo. Seguimos en contacto. Cuídate mucho.