No nos engañemos.

por Rafael Balanzá

No nos engañemos, amigos: la democracia se muere de democracia. Tenemos, tal vez no lo que buscábamos, pero sí el remanente de lo “políticamente posible”. Es decir, lo que nos queda después de todo lo que históricamente hemos rechazado. (Exacto: como en la subasta del Un, Dos, Tres.) ¿Cuántos místicos vemos a nuestro alrededor? ¿Somos nosotros mismos austeros y contemplativos, o más bien hedonistas y obstinadamente terrenales? ¿Somos acaso fraternales y amorosos con quienes nos rodean? Si lo fuéramos, si lo fuéramos todos y de verdad, los mercados no tendrían ningún poder frente a nosotros. Más que el Sistema, el problema es la condición humana. Los bancos no gestionan nuestro dinero, gestionan nuestro egoísmo. Es el estilo Freddy Krueger lo que se lleva esta temporada en Moody’s o Standard & Poor’s: ellos se nutren de nuestras pesadillas, no tienen más poder que el que nosotros les conferimos. ¡Pero es mucho!

(No más arrebatos de gurú trascendental hasta dentro de un mes, por lo menos. Recordatorio: consultar esta inclinación con mi agente -o con mi maestro zen-.)

Este último sábado en el puerto de Alicante, un hombrecillo esmirriado de unos 95 años (¡90 como mínimo, de ahí no lo bajo!) con el cráneo totalmente rasurado, comiéndose él solo un enorme bogavante y fotografiándolo con una cámara digital, además. Reía continuamente bajo el tierno azul levantino, envuelto en un amable sol de febrero. ¿Un grotesco avatar del materialismo global? ¿Un chiste visual, a modo de oxímoron o alusión paradójica a la gula? ¿Una oscura alegoría de la Europa Terminal y decadente? No. Simplemente otra broma del azar sin ningún significado.

(Recordatorio: incluir esta escena en una próxima novela.)

Estos días se acumulan aciagos signos de muerte a mi alrededor. Algún conocido, de no muy avanzada edad, enferma de cáncer. Una persona querida muere repentinamente.

Leyendo otra vez a Coetzee, con renuente admiración.

Rajoy: “La reforma laboral es justa, buena y necesaria para España”.

Debería haber seguido así: “En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, a ti Mercado Todo Poderoso…”

Puedo llegar a aceptar, con algún esfuerzo, que sea necesaria -en el sentido de inevitable, como un enema contra el estreñimiento- pero ni “buena” ni mucho menos “justa”.

En estos tiempos de caos y cochambre cobra vigencia El Rey Lear: los locos, ahora más que nunca, guían a los ciegos.

(Nota marginal:) Aforismo inspirado por el jefe de la policía de Valencia y los radicales -nada libres- aficionados a tirar botellas y a quemar contenedores:

“El enemigo de mi enemigo no es, de hecho, casi nunca mi amigo.”

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