Nocilla y Covid

por Rafael Balanzá

 

Una chavala muy mona dice en el homenaje a la División Azul que el judío es el culpable. Y luego, en una entrevista, se le llena su boquita de fresa de Nietzsche, de Wagner, de Ramiro Ledesma, ¡incluso de Heráclito ! ¿De verdad sabe quiénes son? Un orangután versificador proclama que hay que liquidar a los Borbones y hacer la revolución. Por un extremo y por el otro las mojigangas se disparan. Puro guiñol, claro. La farsa sólo se convierte en tragedia cuando corre la sangre, alborotada, hacia los sumideros y colorea de carmesí las aceras grises. Pero un ojo saltado aquí o allá es poca cosa. Nada que deba preocuparnos demasiado, de momento. Hablando en serio, ni VOX es un partido fascista (reaccionario y extremista sí, pero no fascista) ni Podemos es realmente comunista, ya que aceptan el mercado y el régimen parlamentario.

Sí que es preocupante, en cambio, que los cuarentones y cincuentones seamos una generación de pánfilos boomers incapaces de capitanear su propio destino individual o colectivo. Los adolescentes de la transición recibimos un régimen precocinado por el propio dictador y sus comparsas, aceptado y refrendado (como esas lentejas del dicho) por nuestros padres en el 78. Y ahora, pensando en nuestros hijos y en el mal menor, ante las hordas descerebradas de uno y otro extremo nos vemos obligados a defenderlo. ¡Como si fuera un invento nuestro! Quien celebra la conquista incruenta de la democracia en España pasa por alto el medio millón de muertos de la Guerra, todos los represaliados de la dictadura e incluso a las víctimas de ETA. Que no cuenten conmigo para celebraciones. La cosa, más o menos, ha funcionado. Y basta. Dejemos las medallas en el repositorio celestial, para que Dios se las reparta a quien le dé la gana.

Nuestra generación no ha podido encontrar sus causas o ideales propios, tampoco a sus mentores intelectuales, artistas o escritores. Y sólo en apariencia a sus líderes políticos, que en realidad están sacados de moldes muy viejos. Ha dicho alguna vez Antonio Orejudo, uno de nuestros grandes narradores, que los de su quinta no han sabido hacer frente a los de la anterior. Y tiene razón, si hablamos en general. Pero si nos referimos en particular a los escritores, yo opino que no hemos hecho nada mal, ni tampoco dejado de hacer algo bien. Sencillamente, un autor no puede ser relevante si no cuenta con una generación de lectores que lo respalde. En un post anterior recordaba cómo Dalí y Buñuel visitaron en su casa a Juan Ramón Jiménez y, sin lógica o causa discernible, al día siguiente le enviaron una carta insultante. Pero claro, no fueron Dalí y Buñuel solos quienes visitaron al poeta; en realidad era una auténtica muchedumbre: toda una generación de jóvenes burgueses en abierta sublevación contra la cultura heredada. Nosotros, novelistas “serios” actuales –cómicos involuntarios- hemos hecho nuestro trabajo, pero el cesto en el que vertemos el agua es el de una generación pusilánime, incapaz de participar en la catarsis de su propio drama. Y los extremos políticos sirven sólo para que jueguen a imitar a sus sanguinarios abuelos los tontos adolescentes-Nocilla, esos que empiezan ahora a envejecer y a morir –de Covid, de lo que sea-; sin darse ni cuenta de que aquel verano azul que les acarició las mejillas mientras pedaleaban era la vida, e iba muy en serio.

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