Hay una nueva ola de autores teatrales españoles muy interesantes y que por ahora se mueven, principalmente, en salas alternativas, de no muchas butacas, por lo cual sus obras, siendo valiosas, aún no son suficientemente conocidas por el gran público e incluso por gran parte de la crítica teatral y, lo peor, por parte de productores, responsables de teatros y de redes, que podrían dar una nueva dimensión a sus obras llevándolas a teatros comerciales o incluyéndolas en la programación de sus redes. Eso que nos estamos perdiendo todos.
Pienso en autores como Antonio Miguel Morales Montoro, con su trilogía del exilio, rematada exitosamente con La verdadera identidad de Madame Duva”, premio El Espectáculo Teatral, que trata del exilio de una destacada mujer de la vida pública en la España de la República, Victoria Kent, quien participó en el debate sobre el derecho al voto de la mujer. Comparte tema con Victoria viene a cenar de Olga Mínguez, un debate posterior al del parlamento entre Victoria Kent y Clara Campoamor. Ambas obras parecen destinadas a llegar al gran público por su calidad y porque tratan un tema esencial en la vida pública española: los derechos de las mujeres, pero al ser jóvenes autores alejados de los centros de producción de Madrid y Barcelona (viven respectivamente en Morón y Elche), parece que a los productores les cuesta más acercarse a conocer sus textos.
El 19 de agosto de 2018 Jorge Jimeno presenta en Madrid, en una sala alternativa, su obra Cumbre mundial, que recientemente ha sido finalista del III Premio Irreverentes de Comedia. Una sátira irreverente sobre lo que hacen en realidad los representantes de la ONU, de los países ricos, con un importantísimo encuentro que se verá interrumpido por una simpática y eficiente camarera que resulta ser una luchadora antisistema que tiene en su poder una mochila cargada de explosivos, y puede hacer que todo termine saltando por los aires. Pero incluso ante una situación tan grave, los líderes mundiales seguirán siendo unos inconscientes que hubieran preferido una Femen, para poder verle las tetas. El planteamiento es impactante y parece claro que en un teatro comercial funcionaría con éxito, pero está por ver si la obra llega a esos circuitos.
Son casos parecidos a los de autores como Alejandro Butrón, autor de obras como Ser un hombre o Casandra; Pablo Messiez, autor de obras como Todo el tiempo del mundo y He nacido para verte sonreír, pero más conocido como director teatral por obras como La piedra oscura de Alberto Conejero, un joven autor que sí ha conocido el éxito de masas; Antonio Rojano, autor que sigue intentando darse a conocer en los círculos comerciales a pesar de que recibió el Premio Lope de Vega de Teatro por su texto Furiosa Escandinavia, galardón histórico que entrega el Ayuntamiento de Madrid que le valió para que la obra fuera estrenada en el Teatro Español; o Francisco Javier Suárez Lema, que sigue trabajando como psicólogo a pesar de éxitos como Gertrude Stein no es el nombre de un piano. Incluso podríamos meditar sobre el hecho de que Lola Blasco haya recibido el Premio Nacional de Literatura Dramática por Siglo mío, Bestia mía, y que su estreno tuviera que llevarse a cabo en una lectura dramatizada en el Instituto del Teatro Polaco, al igual que sucedió con otras de sus obras, que se dieron a conocer como lecturas dramatizadas.
Son autores jóvenes, valiosos, con sus obras publicadas en libro en muchos casos, que necesitan dar el salto de un modo habitual o bien a escenarios comerciales o bien a escenarios escenarios públicos.