Sin novedad

por Rafael Balanzá

En uno de los últimos telediarios de TVE del pasado año se nos obsequió con un rápido repaso de las novedades editoriales previstas para este 2016. Entre los previsibles nombres había un premio nobel que, amén de la atención de críticos y lectores de todo el mundo, viene atrayendo últimamente con irresistible magnetismo a los objetivos de las cámaras de la prensa rosa en las zonas de llegadas de los aeropuertos. Figuraba, asimismo, un autor literario de primer nivel, hasta donde esto signifique algo hoy en día. Y también se mencionó a una señora mayor que escribe libros para señoras mayores y que los vende (se los compran) por quintales, aunque desde una perspectiva canónica parece temerario clasificarlos como literatura. Pero tal vez lo más llamativo es que en la lista figuraban, además, dos muertos ilustres, dos autores ya fallecidos que emulan al Cid en su postrera cabalgada y siguen publicando tras su óbito. Me refiero a Jorge Semprún y a Rafael Chirbes, dos eximios y difuntos varones de nuestras letras. No tengo nada que objetar a estas póstumas apariciones editoriales, pero me parece que el fenómeno resulta significativo, sobre todo si le añadimos el curioso dato de que ninguno de los autores mencionados cumplirá ya los 50 años.

De hecho, si nos paramos a pensarlo, no hay en el reino de España ningún autor por debajo de esa edad que pueda considerarse un referente indiscutible, lo que se dice una figura universalmente reconocida. No se ha dado en el panorama de nuestras letras ningún caso análogo al de Camus cuando publicó en Francia “El extranjero”, novela que devino un clásico instantáneo, no hemos asistido a una presentación tan resonante como la de Cela con “La familia de Pascual Duarte” en el ceniciento escenario de nuestra posguerra. No hay nada comparable a la brillante irrupción de los jóvenes del Boom en los años sesenta. Y al escribir esto no tengo en mente tanto mi propio caso cuanto el de colegas y compañeros de generación mucho más eminentes. ¿Por qué ninguno de ellos, por qué ninguna de ellas, por qué ninguno de nosotros se ha convertido en una figura de prestigio y relevancia indiscutible? No es posible rebajar la importancia de algunos nombres más o menos consolidados, empezando por aquellos debuts de los noventa (José Ángel Mañanas, Ray Loriga o Pedro Maestre) y terminando por otros mucho más recientes pero muy notables, como los de Jesús Carrasco o Milena Busquets. Todo esto contando, claro, con los obsoletos requisitos de la “literatura seria”, y dejando a un lado a los autores de mero entretenimiento.

Los nombres de nuestra hornada que he mencionado son importantes, pero pongo en duda que con algún criterio razonable se los pueda situar hoy en la cima del prestigio. No, la cumbre está reservada desde hace bastante tiempo a Javier Marías, Muñoz Molina, Pérez Reverte, Eduardo Mendoza, Vila Matas… Hace un siglo los relevos eran mucho más bruscos, casi violentos. Aparecía algo nuevo que momificaba instantáneamente todo lo anterior. ¿Por qué ya no ocurre así? Adelanto que no creo que pueda achacarse a la falta de mérito o de talento de nuestros (no tan) jóvenes escritores. Me parece que intervienen otros factores, ya que si nos ponemos las gafas trascendentales tendremos que admitir que dentro de cien años, en el improbable caso de que la civilización occidental subsista, resulta muy dudoso que se recuerde a alguno de los escritores citados aquí; ni de más ni de menos de 50 años. Así que no es cuestión de calidad. ¿De qué se trata, entonces? (Pizzicato de violines.) Dejo el asunto para mi próximo post y os deseo, para cerrar este, un feliz año.

Más por Conocer. Apre(h)ender al autor. Rosa Lentini

Más por Conocer. Apre(h)ender al autor. Rosana Acquaroni

Conocer al Autor República Dominicana

Dequevalapeli