Esta obra no sólo es la primera novela de un adolescente; es la novela de un joven afín a la ideología comunista que rompía con las estructuras y con los géneros literarios cuando la represión franquista daba sus últimos coletazos. Esta obra experimental, digna de situarse a la altura de sus padres intelectuales (Guillermo Cabrera Infante, entre otros), lógicamente alimentó desde su primera edición, por su osadía, las críticas más despiadadas. Escrito cada noche al regreso de la redacción del diario en el que trabajaba, tras pasar por el cabaret, Crónica de la nada es, sobre todo, un manifiesto íntimo sobre la libertad.