Los de izquierdas somos los buenos… ¿No?

por Rafael Balanzá

© Rafael Balanzá

…o eso pensamos demasiado a menudo. Pero como envejecer es, sobre todo, aprender a desilusionarse (lo que me recuerda un título melancólico de Félix de Azúa: “El aprendizaje de la decepción”) algunos ya nos caímos de la higuera hace tiempo. Precisamente, lo que me impide a mí ser más de izquierdas de lo que soy –es decir, ser un auténtico revolucionario, como los secuaces de Lenin, o un auténtico gilipollas, como los de Pablo Iglesias y Monedero-, es haberme dado cuenta de lo mucho que dejo que desear como ser humano. Llevo sobre el alma la vieja y lúcida consigna de Tolstoi: “Si quieres cambiar el mundo, cámbiate primero a ti mismo”. Un siglo más tarde, The Beatles nos dejaron su propia versión de ese aforismo:

You say you’ll change the constitution
Well, you know
We’d all love to change your head

El trauma que han provocado en el PSOE las andanzas del trío de puteros Koldo, Ábalos y Cerdán, tiene mucho, tiene todo que ver con esa idea preconcebida de tanta gente de la izquierda de que ellos, de que nosotros, somos el lado luminoso de la fuerza, y la derecha, incluso la moderada, necesariamente el lado oscuro. Es el pensamiento infantiloide de masas de millenials frustrados y autoglorificados que aportó el grueso de los votos que acabarían llevando a Sánchez a la Moncloa. Y es un pensamiento muy estúpido, claro, porque sólo se puede ser razonablemente “de izquierdas” sin soltar las bridas de la melancolía y el escepticismo. Yo mismo, sin ir más lejos, soy uno de esos liberarles de izquierdas que le deben más a Hobbes que a Rousseau cuando se trata de la condición humana. Es decir, pertenezco al subconjunto de los que más rápidamente nos hemos alejado del madelman rojo. Y hablando del boss, tendría gracia, por cierto, que a un tipo que aprobó la ley de amnistía y pactó con extremistas y separatistas de toda laya, le acabe costando la presidencia el cochino ajetreo de tres personajes secundarios de Mortadelo y Filemón; y todo para que acaben volviendo al poder los que estaban antes, que vienen directamente del inframundo de Torrente. Pero, quién sabe… ¿no pillaron a Al Capone por fraude fiscal después de haber ordenado cientos de asesinatos?

Y en cuanto a la mencionada condición humana… qué os voy a contar que no sepáis a estas alturas. Hay unas frases en “Muerte de atlante” que lo dicen todo:

¿Valía la pena vivir en un mundo habitado por seres de su propia calaña? Ahí estaba la pregunta decisiva del examen, ahí se jugaba el aprobado para vivir. No habían inventado a Dios –de pronto veía esto con gran claridad- tanto para vencer a la muerte cuanto para soportarse a sí mismos los hombres, durante la extensión miserable de sus vidas. Dios era sólo un truco para convencerse de que había alguien capaz de amarlos, ya que entre ellos sólo existía frialdad y soledad en la tierra. (“Muerte de atlante”, página 193).

Y las primeras páginas de la novela las podéis leer pinchando en este enlace:  Primeras páginas “Muerte de atlante”

Más por Conocer. Apre(h)ender al autor. Rafael Balanzá

Más por Conocer. Apre(h)ender al autor. Rosa Lentini

Conocer al Autor República Dominicana

Dequevalapeli