Lucas y sus tres hijos (bíblicamente bautizados como Marcos, Mateo y Juan) parecen encarnar –bajo la acerada y pletórica pluma de Soler– esa clase de seres que bien podría protagonizar una moderna “última cena”, con sus ritos de traición, culpa, dolor y sucesivos brindis de despedida a dentelladas, como las de los elefantes marinos patagónicos en sus luchas por el harén.
Si como decía Tolstoi “todas las familias dichosas se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera”, Rafael Soler esquiva hábilmente el dilema y recrea un universo familiar donde ni la felicidad ni la desdicha son absolutas, sino estados transitorios y fugaces que dilapidan la alegría y la desgracia entre copa y copa. Aquí el amor, la muerte, la soledad y el desconsuelo se disuelven como el hielo en el “último gin-tonic”.
Novela apasionante y apasionada, donde el lenguaje lo decide todo y se ensaya una construcción narrativa original y vigorosa, con diálogos certeros, secuencias cinematográficas, correos electrónicos, encuentros cuerpo a cuerpo y confidencias de bar, El último gin-tonic es un ejercicio de auténtica literatura, un nuevo “tour de force” de un autor que no teme el riesgo.